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Cada 25 de enero, la Iglesia celebra la Conversión de San Pablo. Se trata de uno de los grandes sucesos acontecidos en la Iglesia primitiva. 

Pablo, en ese entonces llamado Saulo, había sido un ejemplar perseguidor de los cristianos. Pero mientras viajaba a Damasco, tuvo lugar su repentina conversión cuando nuestro Señor se le apareció en Su gloria resucitada (Hechos 9, 1-9). Tras lo cual, tomó el nombre de Pablo y se convertiría en el “Apóstol de los gentiles”.

En palabras del difunto Papa Benedicto XVI, este hecho "… No fue simplemente una conversión… sino más bien una muerte y una resurrección para el mismo Pablo. Una existencia murió y otra, una nueva nació con Cristo Resucitado". 

El Papa Juan Pablo II comenta sobre este evento, "El elemento central de toda la experiencia es el hecho de la conversión. Destinado a evangelizar a los gentiles para convertirlos de las tinieblas a la luz y del dominio de Satanás a Dios, para que obtengan el perdón de sus pecados (Hechos 26,18)".

A ejemplo de San Pablo, aspiremos a que, tras nuestro encuentro con Cristo, cambiemos radicalmente nuestra vida. Dejando atrás nuestro pasado y volviéndonos personas nuevas. 

Y recemos por la gracia de la conversión, para tantos hermanos que viven alejados de Dios y su Iglesia.

«San Pablo, Ruega por nosotros» 


Fuente: ewtn.com