Image
Cargando

Hace 14 años arribó a nuestra parroquia, para desempeñar el tan vital oficio de sacristán. Labor que dista mucho del trabajo que solía tener, según nos cuenta, ligado al área comercial, en la venta y corretaje de propiedades y gerencia de locales.

"Eso no tenía que ver con la vida religiosa, no me acercaba para nada. Hasta que conocí a mi mujer y decidimos formar una familia; tener un hijo". Es precisamente ese el punto clave en su cambio de vida, según nos relata Cristián: "cuándo mi señora me dice que está embarazada, me asusté mucho. Pues fue ahí donde se presentó una encrucijada -¿Qué le dejo a mi hijo?- se preguntaba, -¿Qué valores? ¿Qué cosas le puedo dejar si me muero al poco tiempo que él nazca?".

Buscando una herencia que permaneciera por siempre, determinó "que lo mejor que podía dejarle es creer en Dios y la mejor manera de que él pudiera creer era que yo me acercara también a Dios y lo buscara de una forma bien estricta, recuperando todo el tiempo perdido".

Aunque nuestro sacristán antes profesaba la fe, nos explicaba que era muy "a su manera", priorizando más la vida económica y buscando a Dios solo cuándo algo lo acongojaba. Pero, sin duda, el entablar una relación con su esposa y convertirse en padre, fue el detonante de su conversión.  

"Ese fue el motivo, la razón, de porque quise trabajar aquí. Para poder ganarle tiempo a la vida. Recuperar ese tiempo que lo había perdido en la vida laboral".

Respecto a estos años trabajando en nuestra parroquia: "Ha sido muy enriquecedor. Quizá podría estar ganando más afuera, más 'plata', pero creo que he construido algo más grande que lo que podría haber construido trabajando afuera. Me he reencontrado con los principios correctos, con los principios que mi abuela y mi madre hubiesen querido que yo viviera y sintiera. Y tengo una familia, he aprendido a respetar a mi señora, a valorarla, quererla, a saber el sacrificio de una mujer, lo que ella entrega por su núcleo familiar".

Realmente esperamos que nuestro Señor bendiga abundantemente el hogar que Cristián ha logrado formar, y que le retribuya todo el servicio que presta, disponiendo el templo parroquial para la vida eclesial y la celebración de los misterios de la fe.

"Lo más grande que tengo hoy en día, es mi familia. Amo a mi señora, ella me ama, amo a mis hijos, ellos me aman. Es recíproco y no quiero por nada que eso cambie".      

¡Agradecemos tu fe y trabajo, Cristián!